El abuelito de K, de acuerdo con la interpretación que hace el periodista de lo que dice Osvaldo Bayer en su libro, era «Proxeneta, usurero, confidente y zángano de la colmena social». Debemos tener en cuenta también que las iniciales del abuelito eran KK.
Pues bien:
- Mi abuelito (cuyas iniciales eran IR) medía 1.50. Pero yo mido 1.70.
- Mi abuelito era analfabeto. Pero yo he escrito miles de páginas.
- Mi abuelito era campesino. Pero yo soy antropólogo.
- Mi abuelito era judío practicante. Pero yo soy ateo.
- Mi abuelito tuvo un hijo socialista (mi papá). Pero yo no tengo un hijo socialista.
- Mi abuelito era tonto, según me dijo el papá de una novia mía, que a su vez era hijo de un vecino de mi abuelito. Pero ningún padre de una novia de un nieto mío le ha dicho que yo soy o era tonto.
- Mi abuelito tenía peones (y seguramente obtenía plusvalía de su trabajo, de acuerdo con Carlos Marx). Pero yo no tengo peones, ni ningún asalariado, y entonces no obtengo plusvalía del trabajo de nadie.
- Mi abuelito tenía como auto-identificación discursiva de género una heterosexualidad furibunda, como la de la casi totalidad de los varones de su época. Yo, políticamente correctísimo entre los de mi generación, emito como discurso al respecto una sonrisa canchera.
- Mi abuelito hablaba idisch mejor que el castellano. Yo hablo castellano mejor que cualquiera de las otras lenguas que puedo hablar. De idisch sé decir: "goische cop", "idische cop", "tuges", "guefilte fish, "aguitionte" y "aguitiur".
- Mi abuelito tenía una chacra de unas cien hectáreas. Pero yo tengo un terreno de cinco metros por treinta metros.
- Mi abuelito tuvo una sola esposa. Pero yo voy por la tercera.
Entonces, si el autor del artículo en el diario "El Mundo" de Madrid no está equivocado, y "lo genético siempre perdura" , IR, al que yo siempre creí mi abuelito, no debe ser mi abuelito.
Si alguien conoce a mi verdadero abuelito, le agradeceré cualquier noticia que me puedan dar al respecto.
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