La anécdota tiene dos partes
Aquí va la primera
Hace unos veinte años, me habían designado docente de Antropología y Metodología de la Investigación Social en la Residencia en Salud Mental y Psiquiatría de Salta. Yo vivía entonces en Tilcara, y tenía que tomar dos ómnibus (de Tilcara a Jujuy y desde ahí a Salta), viajando en total unas cinco horas. Entonces, necesitaba quedarme a dormir en Salta cada vez que iba.
La primera vez que fui, yo estaba vestido de sport (zapatillas, jeans, camisa), con ropa sencilla, y con los efectos en mi presencia física de las cinco horas de uso en ómnibus sin aire acondicionado. Llevaba al hombro un bolso pequeño, con alguna ropa para cambiarme.
Fui directamente, sin cambiarme, con el bolso al hombro y caminando, al Hospital Neuropsiquiátrico Cristofredo Jacob, que quedaba a pocas cuadras de la Terminal de ómnibus.
Llegué al Hospital, que tenía una verja alta adelante, con una especie de gran patio frontal entre la verja y el edificio, por el cual circulaba bastante gente - quienes poco tiempo después supe que eran pacientes, médicos, enfermeros y otros integrantes del personal del hospital, además de parientes y otros visitantes de los internos-.
En la verja estaba la puerta principal. Me acerqué, para entrar. Había, del lado de adentro, un joven relativamente jovial, vestido de sport -como yo- que se acercó un poco más, cuando yo me aproximé a la puerta.
Ahí fue que me dijo: "para internarse, vaya por ahí", y me indicó una puerta lateral, que yo no había visto y estaba ubicada sobre una pared que continuaba la verja, donde terminaba el patio. Algo en la situación -no puedo explicar bien qué- me hizo suponer que era un interno. Más tarde supe que estaba en lo cierto.
Muy divertido -y francamente motivado por la interpreatción que hacía mi anfitrión-, me pareció que no era custión de explicarle: ¡cómo le iba a hacer entender que una persona un poco mayor que él y vestido como él no era un loco que se iba a internar -como era evidentemente la interpretación de mi anfitrión-!
Así que fui hasta la puerta lateral, donde le expliqué al pèrsonal de recepción qué estaba haciendo yo allí. Me hicieron pasar, sin más trámites, y de allí me fui a hablar con el Director del Hospital -y de la Residencia- que me estaba esperando.
Esta historia continúa, si están interesados, en una segunda parte donde voy a recordar el papel que tuvo mi anfitrión en la enseñanza de antropología y metodología de la investigación y, especialmente, en la aplicación de la teoría de Gregory Bateson acerca del doble vínculo en el desarrollo de la esquizofrenia y, más aún, de la explicación del mismo Bateson de la cuestión del humor y, en general, de los dobles mensajes, en la comunicación normal y la comunicación psicótica.
Mario, el que entró al Hospital Neuropsiquiátrico de Salta en medio de una divertida confusión de roles, que tuvo luego una interesantísima aplicación didáctica, la cual llega hasta este intercambio de mensajes